lunes, 7 de enero de 2008

Morite de hambre

Discuto con mi papá, habla consigo mismo, yo solamente escucho, para el es mutua la conversación, pero el no me deja participar, no me deja opinar, contradecirlo. Y, erré, al decirle sobre su -conversación a el mismo- pero finalizó en gritos, y terminó asintiendo como a los locos: Sí, Ari. Sí. Me trababa de forma irónica, y no hay forma más cruel de cerrar una discución sabiendo que no le importa lo que pienso, lo que quiero y lo que necesito. Mis deseos son creados a través de su cerebro, que cree que es lo necesario, pero no tiene el valor, mejor dicho el interés de saber que pasa por mi cabeza. Por eso, y por muchas cosas más, me siento perdida, sin valor, sin confianza en lo que soy y lo que quiero ser, tambaleo en un mundo que no para de moverse, y siempre termino cayéndome.
La caída consiste en distintas maneras tales como, dormir horas y horas seguidas en un cuarto oscuro, aislarme de los demás, mal humor, no comer, odiarme a mi misma, pasar muucho tiempo en la computadora leyendo a chicas anoréxicas/bulímicas, viendo fotos, lamentándome. Odiándome.
Así que, no se trata solamente de la comida, sino de todo en general. De un rechazo a mi misma, que es creado por los demás y luego por mi. No me acuerdo cuando empezó, pero creo que, lamentablemente, nunca voy a sentirme bien conmigo misma, sentirme feliz. Libre.

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